ZOÎ, como Guille, este invierno reivindica la nobleza de la sopa con nuevos sabores para antiguas aficiones.
Como casi toda mi generación, amé a Mafalda , me identifiqué con ella, con sus padres y con su entorno , era un poco más grande que yo y aunque no comprendía algunos de sus análisis , mi afinidad era absoluta y me enorgullecía de eso , salvoooo …con el tema de la sopa.
Yo realmente amaba la sopa en todas sus formas pero me costaba mucho admitirlo, porque era como “traicionar a mi ídola”, entendiendo que, en mi concepción de esa época, Mafalda tenía vida propia, más allá de su creador.
Un buen día nació su hermanito Guille con su propia lógica y me salvó, a riesgo del evidente odio de su hermana, Guille sale en defensa de la “zopita” y me dio el punto de apoyo para admitirla y de a poco, defenderla.
Para encanto de mi madre, a quien asumo en identificación tácita con la madre de Mafalda , comencé a disfrutar abiertamente de las sopas , incorporando nuevos gustos e inclusive en ocasiones a repetir el plato.
La sopa me daba la sensación de protección y se convirtió en mi favorita porque tenía la ilusión de que el placer se alargaba en relación a otras comidas, era cálida en el plato, suave y consistente en el paladar y liviana en la digestión. Al crecer, me dediqué a preparar diferentes sopas, a mezclar gustos en formas y toques, dando prioridad a las cremas de brócoli, choclo, arvejas, lentejas, espinaca, verduras mixtas y muy especialmente mi favorita: la de zapallo con pimienta negra.
Varias décadas después, obviamente conscientes de que todo salió de la brillante capacidad de observación que tuvo Quino, me sigo cruzando en el barrio con personajes que se asemejan a los amigos de Mafalda y encuentro en ZOì esas recetas de sopa tan queridas y algunas otras, que le dan nuevo sabor a mis antiguas aficiones.
Por ninguna razón en particular, no había probado antes la crema de calabaza y eso me encantó, pero este invierno ha tenido un toque diferente: un punto de jengibre que contrasta de manera perfecta con la dulzura de la calabaza.
Cada vez que la tomo, recuerdo involuntaria y automáticamente la famosa campaña de “ZO-ZO-PITA” de Guille y su mirada triunfante cuando se defiende de Mafalda con una cucharada de sopa.
Las “zopitas” de ZOÎ tienen su toque gastro fresh de la tradición con innovación, y van deslizándose triunfantes por el paladar alargando la sensación de satisfacción y protección que da una buena sopa, sobre todo en invierno.
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